El niño, en sus primeros siete años de vida, debe crecer confiado y rodeado de experiencias verdaderas. En el mundo en el que vivimos hoy es imprescindible hacer un gran esfuerzo para que esto sea posible y para favorecer una larga infancia. La tecnología y los medios de comunicación están ocupando, en muchos casos, un espacio demasiado grande en la vida de nuestros hijos y alumnos, y el papel de los cuentos está siendo sustituido por un mundo de pantallas —en muchos casos con unas imágenes muy poco apropiadas— que les están quitando la oportunidad de aprender a crear imágenes mentales por sí mismos.
La tecnología evita el esfuerzo de hacer ciertas cosas y, en el caso de los niños, el problema fundamental radica en el hecho de que primero tienen que ser capaces de desarrollar sus propias habilidades físicas, emocionales y sociales, que serán la base de todo su aprendizaje posterior. El equilibrio armónico de estos aspectos permitirá que se desarrolle un adulto sano, un ser humano pleno, libre y comprometido con el mundo.
Hoy en día, el bombardeo sensorial que nos proporcionan los dispositivos electrónicos hace cada vez más difícil que los niños puedan descansar en las calmadas imágenes de un cuento sencillo. Explicar cuentos genera un gran número de resultados positivos. Los niños practican habilidades como escuchar, visualizar, imaginar... Y, por lo tanto, son un material muy rico para su imaginación y sus juegos. A la vez, un buen cuento ayuda a cultivar el sentido de la estética y el gusto por la lengua, el vocabulario y la lectura.